Ser carpintor, como él se nombra en ocasiones, nos lleva a pensar en alguien que construye sus pinturas con maderas, ni bellas ni elegantes maderas, sino maderas de la industria, de la obra, de nuestro tiempo apurado y reciclado. Tantas veces rotas, encoladas, manchadas, teñidas, arrancadas, violentadas, y tan finamente lijadas y cuidadas hasta en su último detalle, como si del mejor palosanto se tratara. Esas pinturas construidas por capas, por tiempos, manejando ritmos de su pasión por la música, silencios oscuros y vívidos colores ondulados de rizomas;“tiempo y espacio” de su admirado Deleuze. ArtMadrid ha ido mostrando cómo la mayoría de sus obras están construidas sin limitación ortogonal. Límites rotos que penetran el espacio de lo otro; diálogo permanente con el espacio-tiempo, para después negarlo rotundamente construyendo sugerentes murallas. Plazas fuertes que romper y sobrepasar desde lo profundo, piecita a piecita como una eclosión en la pasión de la abundancia. “Le plus profond c’est la peau!”.