Su dibujo es un frecuente torbellino de ideas, a veces de realismo fantástico o de ludismo erotizante, muy poco sutil, pero finamente representado en medio de los laberintos de espacios negativos, y que parecen convertirse en ventanas abiertas para expresar ese torbellino de ideas. Ideas agónicas de un mundo que nace del cuerpo de una mujer, amplio en enredo, como si de ahí naciera la propia figuración, que se completa con collages, texturas y colores.

El color, a veces de pintor, corre libre y transparente, en un intento de abrir esos espacios para su elocuente figuración. Como buen nordestino, y consciente de esta sumisión, saca a relucir los símbolos, los mitos, la verdad y los sueños del inconsciente bañado por el sol ardiente, con la luz y el calor de su tierra.