ARTE INSTALATIVO, ¿LA EVOLUCIÓN DE LA ESCULTURA?
26 abr. 2023
actualidad
Cuando hablamos de arte efímero pensamos en obras que se producen en un momento y lugar determinados, por eso, tendemos a identificar ese calificativo con la performance o el happening. Los acontecimientos artísticos son una faceta muy interesante de la nueva contemporaneidad en la que los artistas se adentran con afán. Se quiere superar la visión tradicional del arte estático, plasmado en un soporte tangible, para transformarlo en una experiencia. A esta misma idea responde el arte instalativo. Se asemeja más a una escultura fija, pero suele incorporar elementos que añaden movimiento, imagen o sonido a la pieza, además de que está concebida para durar un tiempo determinado. Con estas premisas, las instalaciones se abren paso en las salas de los museos, las galerías, los centros culturales y el espacio urbano, donde es más fácil acceder porque su ocupación es solo temporal.
El arte instalativo es una manifestación que comenzó a abrirse paso en los años cincuenta del siglo pasado, aunque en las últimas décadas ha cobrado un protagonismo insospechado gracias a algunas intervenciones gigantescas de artistas conocidos mundialmente. Su propósito enlaza con los objetivos propios del arte conceptual, paradigma de la expresión contemporánea desde que se la llama así. Por esta razón, las instalaciones suelen estar pensadas para un espacio concreto, se elaboran a partir del entorno para que el discurso que pretenden transmitir, se entienda. También por este motivo son difíciles de trasladar y reproducir, ya que siempre requerirán un ajuste al nuevo espacio.
Por otro lado, la instalación, al igual que otras manifestaciones propias del arte efímero, busca la interacción con el espectador. Así, como decíamos, no se trata de crear una pieza escultórica expandida que ocupe la superficie de exposición, sino de crear una obra peculiar, pensada para motivar un diálogo, en la que muchas veces se incorporan elementos ajenos al mundo del arte, o se añaden aportaciones desde otras disciplinas, como el vídeo, el sonido, la tecnología… El objetivo es ahondar en ese mensaje que se quiere transmitir.
La definición parece amplia, sin embargo, cualquier contacto con una instalación nos hace apreciar fácilmente la diferencia con la escultura. Esta está pensada desde una concepción más clásica de objeto estático y perdurable, por mucho que la temática y la estética resulten novedosas. La instalación es precisamente lo contrario: busca lo momentáneo, el impacto del discurso a partir de la disposición de elementos tangibles y conexiones conceptuales que luego desaparecerán. En ese sentido, está conectada al arte experiencial y al arte experimental, contexto en el que nacieron muchos movimientos artísticos que incorporan el movimiento y el concepto en su esencia.
La versatilidad del arte instalativo es prácticamente infinita. Los medios actuales permiten darle a estas obras una dimensión desconocida con anterioridad, bien por la integración de aspectos ligados a la técnica y la programación que disipan los contornos entre arte instalativo o tecnológico, bien por el empleo de materiales que permiten trabajar a otra escala. Asimismo, las instalaciones del nuevo milenio pueden buscar un objetivo más efectista que discursivo, o, por el contrario, servir para canalizar muchas de las preocupaciones que hoy nos asolan como sociedad, algo que es propio del arte contemporáneo en sus múltiples manifestaciones.
Lo que está claro es que la instalación, y sobre todo la que apuesta por grandes dimensiones, es una tendencia al alza en el mundo de la creación contemporánea actual. Algunos artistas reconocidos apuestan por esta disciplina cuando diseñan sus exposiciones, y para ello buscan la complicidad de los grandes museos y salas de exposición, o de las propias ciudades. Es el mejor método para difundir su mensaje, y para lograr el impacto pretendido, muchas veces se ha de llamar la atención del público a lo grande.