JUAN MIGUEL QUIÑONES: LAS MEMORIAS DE LA PIEDRA
23 feb. 2024
art madrid
ARTE & PALABRA. CONVERSACIONES CON CARLOS DEL AMOR
Me encontré con la obra de Juan Miguel Quiñones (Cádiz, 1979) en una feria y durante unos minutos me trasladé a veranos remotos de una infancia en la que todo era posible y el juego era interminable.
Luego fuimos creciendo y aquellos recuerdos comenzaron a difuminarse, sepultados por el peso de la edad adulta y difíciles de rescatar después porque siempre vamos con prisas y con preocupaciones que nos impiden practicar el sano ejercicio de mirar hacia atrás.
Juan Miguel Quiñones, autodidacta, esculpe en piedra esos recuerdos para que ni el aire ni la madurez puedan llevárselos. Trabaja y estudia con vehemencia los materiales con los que recrearlos y ayudado con esa ingenuidad a la que solo se puede llegar si dominas el lenguaje y la técnica, logra que todo el que se encuentra con sus creaciones emita un suspiro lleno de nostalgia.
La obra con la que me encontré era una escultura en mármol negro del Atlas, amarillo de Triana y travertino. Era un Drácula, el mítico helado. No supe, hasta ese instante, que los recuerdos, siempre inmateriales, podían ser duros como el mármol, fríos al tacto y cálidos en el pensamiento.
Si tuvieras que definirte con una frase cómo lo harías?
Considero que soy un hombre con cuerpo de hombre y mente de niño. Yo creo que esa es la parte que me lleva a hacer lo que hago y lo que me mueve en todo mi mundo artístico.
Charles Baudelaire acuñó esa frase de “Mi patria es la infancia”, en tu caso es evidente que al menos “tu patria artística es la infancia”, ¿verdad?
Sí, se puede decir que sí, que mi patria puede ser la infancia. Casi todas mis piezas tienen un recuerdo muy importante de mi vida. Y en mis esculturas intento convertir esas memorias en un recuerdo tangible y que me lleven a esos años de mi infancia. Están basadas en que, por una parte, las hago tangibles, un elemento tangible, pero que me transportan al recuerdo. Podemos hablar del helado Drácula, una obra que creo que es mítica mía. Es un recuerdo que atesoro porque me lleva a esos instantes del verano, a esos momentos lúdicos, con mis primos, con mis amigos, sin “cole” y siempre de infancia, que creo que es un recuerdo que nos ha marcado a todos nosotros, ya que nos nutrimos de eso, o por lo menos yo me nutro constantemente en mi obra de esos recuerdos importantes y que me hicieron muy feliz. Aquellos juguetes que me compraba mi padre los hago ahora en piedra para que perduren siempre como ese recuerdo que aún perdura en mí. La infancia creo que es algo que me tocó mucho y que siempre llevaré conmigo porque fui muy feliz.
¿Cuándo y cómo fue el chispazo que te hizo mirar atrás y recuperar para el arte elementos que han marcado a tantas generaciones?
Desde el principio que empecé a dedicarme a esto, siempre iba vinculado con los recuerdos. Por ejemplo, mis primeras obras fueron abstractas y ya iban vinculadas a un recuerdo propio sobre el mar, el aire, el viento, sobre esas playas, Caños de Meca, el Palmar, donde me he criado. Entonces siempre iban unidas, inconscientemente, y al tiempo me fui dando cuenta de que toda mi obra trataba sobre los recuerdos, la infancia y mis memorias. Al hilo fue evolucionando toda esta historia y empecé con recuerdos que me marcaron mucho y los hice propios. Pero a la vez, cuando exponía me daba cuenta de que los hice egoístamente míos, y que no, que mío no era ninguno, sino que al final era común de todos nosotros. Y ahí comenzó una cosa progresiva, no te puedo decir exactamente en qué momento porque fue algo muy orgánico, pero así más o menos es como fue esta historia.
Me consta tu ardua investigación sobre los materiales, la constante búsqueda de “piedras” que conjuguen con lo que quieres mostrar. ¿Cómo es ese proceso de búsqueda?
Bueno, el proceso de búsqueda algunas veces es complicado. Porque con piedras naturales, de su color natural, hago obras que representan elementos que muchas veces son de plástico o algún material que el color no es como la piedra. La piedra es la piedra y no podemos variarla. Solo en algunas piezas como en los helados, hago el relleno de resina, pero las demás obras son todas de piedra natural. La búsqueda es muy importante porque esto no es como que puedes llamar y que te traigan el material que tú quieras, así no va la historia, y menos en bloques. Dentro de la búsqueda tengo piedras que compro y otras piedras que no son comerciales, que busco. Me informo bien sobre canteras antiguas romanas que hoy en día ya no existen, donde a lo mejor ahora hay un pinar, pero donde puedo recuperar unas piedras maravillosas en ese sitio. En esta búsqueda de piedras semipreciosas, que se complica cuando utilizo lapislázuli, jade o malaquita, es difícil encontrar piedras grandes, pero poco a poco voy aprendiendo y conociendo a gente para poder encontrar más, pero es bastante complicado, ya que intento utilizar siempre piedra semipreciosa para mis esculturas. Si ves mi obra verás que, por ejemplo, la camarita verde de la feria – un recuerdo muy importante mío – está hecha de jade, que eso es una maravilla porque es un trozo bastante grande, muy difícil de encontrar para mí, y aunque poco a poco voy conociendo quien me la suministre, es un tema bastante duro. Hay un material que me gusta mucho y que es una de las primeras piedras que empecé a trabajar, un verde serpentina maravilloso, que cojo de este mismo terreno ya que solo existe en esta zona. Es una piedra que utilizo bastante, sobre todo cuando hago colecciones de mis piezas, siempre hay una que va con este tipo de piedra de aquí de la montaña de Estepona.
¿Hay algún material imposible?
Te agradezco que me hagas esa pregunta. Creo que esto al final es un lenguaje que se aprende en función de cada material. Cuando hablo con otra gente que trabaja la piedra, el mármol, el granito, –yo le llamo piedra a todo– siempre me dicen: “Es que esta piedra es muy blanda, muy fácil de trabajar…” La piedra que es blanda tiene la facilidad de que es blanda pero también el riesgo de que se parta antes; y la piedra que es dura tiene eso de que es dura pero es agradecida en el trabajo porque no se parte. Al final esto es un lenguaje, un lenguaje que cuando llegas a controlar puedes atacar cualquier material. Yo he llegado a tallar desde un cuarzo, que es muy complicado, hasta piezas que hago de bronce; que no son de fundición sino que las tallo directamente, trabajándolas como si fueran de “mármol”, más o menos parecido al trabajo del mármol. Entonces, sí, habrá materiales imposibles, pero yo todavía no los he encontrado.
En tu arte es tan importante el material, el mármol como los recuerdos y la vivencia de cada uno con el objeto representado. ¿Eres consciente de que cada obra tuya cobra cientos de vidas propias porque cada uno viaja a un momento de su vida?
Como te decía antes, me di cuenta al exponer las primeras obras de que las hacía egoístamente mías, como un recuerdo propio, pero cuando exponía la obra, siempre me gustaba escuchar a la gente que pasaba a observar y hablaban de la vivencia de cada uno. Ahí me di cuenta de que era común en todos nosotros, y eso para mí es muy importante porque es algo de toda nuestra vivencia, de nuestra vida. Que cada uno se ve reflejado y a cada uno le lleva a un momento o a una parte de su vida. Como el olor de cuando llegabas a casa de tu abuela, que su comida era única, y ese olor te vuelve a llevar a allí cuando lo hueles en otro sitio; eso a mí me encanta. Poder llevar con algo tangible a alguien a un momento de su vida, eso es buenísimo. Me parece algo increíble poder llegar a hacer eso con algo tangible, con una piedra.
Después, el otro fundamento que para mí es muy importante es que la obra la hago en piedra, que es un material que perdura en el tiempo. Salvando las distancias, como las esculturas que han podido hacer los egipcios, que el material en piedra ha dejado algo que perdurará para siempre. El recuerdo perdura en nuestra memoria, y la piedra perdura para siempre, entonces se conjuga una cosa que es muy buena: la durabilidad, y eso es algo increíble que me encanta.
El arte es un juego muy serio. Creo que también te iría bien esa frase.
Para mí el arte es un juego ¿Qué pasa? Que al artista lo vemos desde el romanticismo del arte, pero después está la parte comercial, que hay que vender y hay que funcionar. Es la parte que menos me gusta, aunque tengamos que hacerla, pero al final, para mí el arte es un juego divertido. Es la palabra que yo le pondría, porque si no me divierto, ¿por qué lo hago? Y eso es muy importante para mí puesto que hay que trabajar mucho, yo paso muchas horas en el taller picando piedras, que es un esfuerzo muy físico, pero lo que me motiva es que me divierto, que me encanta y hago algo que me fascina. Entonces, el arte es un juego divertido.
¿Hacia dónde crees que va tu arte?
Creo que me dejo llevar. Sigo todos los días en mi taller, trabajando, inventándome nuevos proyectos, metiéndome en mi mundo y dejándome llevar. Que vaya donde quiera. La cuestión es que todos los días pueda disfrutar de lo que hago, trabajar de lo que me gusta y disfrutar de mi familia. Eso es lo que a mí me importa, a donde quiera ir, que vaya, pero que vaya conmigo.