EL CAMINO HACIA LA ESPIRITUALIDAD DE BILL VIOLA
24 oct. 2018
actualidad
Os proponemos un recorrido por algunas iglesias desacralizadas de Cuenca para iniciar un viaje que invita al recogimiento y a la búsqueda de la espiritualidad a través de la obra de Bill Viola. La Iglesia de San Andrés, el Convento de las Angélicas (ahora convertido en el Centro de Arte Cruz Novillo) y la Iglesia de San Miguel, a los que se suman el Museo de Arte Abstracto Español y el Museo de la Semana Santa, son los espacios que albergan 16 piezas de este creador enamorado del videoarte.

Bill Viola se ha convertido a día de hoy en un referente en esta disciplina, no solo por la innovación de sus propuestas, con las que supo buscar su camino cuando la videocreación aún estaba poco explotada; sino también porque en toda su trayectoria se percibe una línea discursiva constante que se hace omnipresente y empapa cada una de sus piezas de un modo inconfundible. Hoy, parte de su trabajo se articula en una “Vía mística” repartida en estos cinco espacios del casco antiguo conquense. Este proyecto, que implica un paseo físico y temporal, se convierte en la comunión perfecta entre los lugares de exposición, antiguos centros dedicados al culto y a la oración, y el mensaje de sus obras, que parecieran concebidas para esta instalación.

La búsqueda y representación de la espiritualidad en las creaciones de Viola bebe directamente del clasicismo renacentista y del arraigo de la tradición judeocristiana que tanto ha marcado la historia del arte europeo desde la Edad Media. Muchas de sus piezas emulan pinturas de temática religiosa que muy fácilmente podemos relacionar con nuestro acervo cultural más inmediato, tanto por su composición, como por el uso del color y la luz. El autor aborda sus trabajos como cuadros en movimiento. La influencia del pictorialismo es clara, pero el alarde técnico en la factura y la exquisitez de los acabados nos transporta a un punto, suspendido en el tiempo y en el espacio, que trasciende todo lo visto hasta el momento.

Una de las piezas estrella de esta exposición se titula “La ascensión de Tristán”. En ella, el artista quiere representar el ascenso del alma en el espacio con una secuencia en dominantes azules que transmite paz y serenidad. La atmósfera anticipa el clímax, el sonido envolvente del agua nos abstrae del mundo, la negrura que rodea al espectador guía su mirada hacia la obra que, hipnótica, nos atrapa para poder extasiados contemplar -que no observar- este proceso. El misticismo casi se hace corpóreo.

El conjunto de este trabajo ahonda sobre la relación del hombre moderno con su espiritualidad, un aspecto hoy en gran medida abandonado y relegado a la esfera puramente personal del individuo. No obstante, nuestra herencia cultural tiene muy presente la religión, no solo por la importancia que supone para nuestro patrimonio las inmensas colecciones de obras centradas en estos temas y de los tesoros arquitectónicos que son las iglesias y catedrales europeas; sino también porque este legado aún está presente en la construcción de nuestra forma de pensar (y hasta sentir) colectiva, en las relaciones con nuestros semejantes, la concepción del bien o del mal, y la carga hoy llamada moral que determina en gran medida nuestro comportamiento. Sobre todo esto, Bill Viola reflexiona con un trabajo adictivo sin pelos en la lengua que invita, al tiempo que a hacer autocrítica, a recuperar esa parte desterrada del individuo. Una ruta mística que hay que recorrer sin prisas, con la dedicación que merece pensar en uno mismo como ser.