LOS INICIOS DEL VIDEOARTE
28 nov. 2018
actualidad
La disciplina de videoarte remonta sus orígenes a la década de los 60, un momento en que se popularizó la televisión doméstica y la presencia de la imagen en pantalla se extendió en la sociedad occidental. Para ese momento, no solo se estaba viviendo una crisis de modelo social en el seno de las grandes potencias económicas del momento, cuyos cimientos de identidad eran endebles y vulnerables, pese a tener una base capitalista sólida; sino también una crisis del individuo y de su rol en un contexto de creciente influencia de las comunicaciones. Así, los años 60 dieron paso a algunas grandes reivindicaciones colectivas, además de dar cauce a nuevas formas de expresión fuera de la ortodoxia reinante. Es el nacimiento del graffiti, del arte performativo, la ruptura con el clasicismo de posguerra, el auge de un nuevo despertar próspero y prometedor que no ocultaba los vestigios de una profunda herida social dominada por la insolidaridad, los conflictos anticomunistas y las ansias imparables de libertad.

La irrupción de un elemento como la pantalla en un medio aún acostumbrado a la comunicación tradicional supuso un punto de inflexión determinante en el devenir del arte posterior. El impacto del medio televisivo motivó profundas reflexiones en los creadores, que comenzaron a emplear el propio objeto como ingrediente recurrente en sus propuestas creativas. Entonces, temáticas como la deshumanización, el aislamiento, la falta de solidaridad, las imposiciones estéticas, la creación de corrientes… comenzaron a inundar el panorama artístico contemporáneo por artistas de nueva generación inmersos en la vorágine de este cambio de costumbres. La pantalla como eje de creación, la invasión de los medios y la alienación del individuo protagonizaron muchas piezas en el inicio de la década de los 70.

Pero también se abrió camino una nueva tendencia creativa, una nueva disciplina audiovisual que supo ver en el vídeo una forma evolucionada de expresión, al margen de la consolidada industria del cine, reservada a los grandes discursos, o de la expansiva producción televisiva, con contenidos más amables y digeribles desde el ámbito doméstico. El videoarte se erigía como un espacio de experimentación alternativo a las técnicas tradicionales, con una versatilidad todavía desconocida… Esta disciplina encontró fácil acomodo entre otras corrientes de la época como el arte fluxus, el happening, o el arte conceptual. Esta fue la principal línea de trabajo de autores tan punteros como el coreano Nam June Paik o el alemán Wolf Vostell, ambos creadores inmersos en una exploración insaciable que les llevó a tantear distintas técnicas y temática.

Hoy el videoarte tiene una etiqueta propia, distinta de la del vídeo experimental, de la vídeo instalación o de la vídeo acción. Estamos ante una corriente particular, cada vez más tentadora y sugerente que sigue siendo un refugio expresivo para los artistas que no se quieren encorsetar en formatos tradicionales y que necesitan dar rienda suelta a un discurso íntimamente conectado con nuestro tiempo. La imagen sigue jugando un papel crucial en la comunicación del arte, y la videocreación atrae cada vez más público interesado por un nuevo lenguaje, más depurado y elegante.